19 de abril de 2012

¡Manos arriba!

El anuncio del Presidente de crear un fondo nacional de prestaciones para los ahorros de trabajadores públicos y privados, generó incertidumbre... como no... ¡A correr se ha dicho! 
Supóngase que usted tiene unos apartados para su vejez, digamos una cuentita de ahorros, o algo bajo el colchón, y viene alguien y a lo macho se lo quita, dizque para administrárselos mejor, dizque en consideración de sus mejores intereses ... ¿no constituye eso acaso, para todos los fines prácticos, un "¡Manos arriba esto es un atraco!"? 
Y si además quienes les quitan sus recursos se encuentran entre los últimos a quienes ustedes voluntariamente les entregarían la administración de sus ahorros; por cuanto son los mismos que en pocos años les volaron la más grande de las bonanzas de resultas petroleras, sin dejarles nada, excepto deudas... ¿no se le aplicaría a ese atraco lo del dolo planificado, la maldad intencional y todos los demás agravantes legales imaginables que puedan existir? 
Yo no tengo idea si esta propuesta finalmente prosperará o no; da la impresión que algunos ejecutores ya le tienen miedo al cuero, con razón; pero sólo el hecho que esa idea pueda surgir, en un país donde el gobierno ya maneja más del 95 por ciento de los ingresos de exportación, de nuevo nos indica estar en la presencia de un serio tumor mental... una maligna estatitis aguda que hace metástasis en todo rincón de nuestro país. 
No obstante, oponerse a lo anterior, tampoco tiene mayor significado, por cuanto al final todos los huevos de nuestro país, tanto públicos como privados, se encuentran de facto metidos en la única cesta del Estado, la cual, en su turno, se encuentra metida en la cesta del petróleo. 
Por supuesto, siempre es mejor que alguien cuidadoso y racional cargue la cesta del Estado, pero igualmente, tarde o temprano, aun a éste esa cesta se le va a caer, y romperse los huevos... eso es, si no es que antes se nos cae la cesta del petróleo. 
Un programa de misiones, como las que plantea Henrique Capriles, que buscará cimentarse sobre la no discriminación, resulta inmensamente mejor que unas misiones construidas con la clara misión de ser armas de discriminación política. 
No obstante, por enésima vez, a la hora de la verdad, los problemas de Venezuela para nada se resuelven con misiones, todo lo contrario. Los venezolanos, para salir de nuestro subdesarrollo mental, y de nuestro estado general de sumisión ante el cacique o el papito de turno, requerimos dejar de ser unos misionados obedientes de las enseñanzas de los misioneros de turno, y convertirnos en unos ciudadanos autónomamente responsables. 
Y por supuesto, como siempre, al referirme a misiones, me refiero a todas ellas, inclusive a la misión gasolina-regalada, misión puesto-de-empleo-público-no-necesario, y a las varias misiones Cadivi-dólares-baratos. 
En tal sentido, le ruego a Henrique Capriles, que en lugar de darle rango legal a las misiones, nos ayude a darle rango legal a que las resultas petroleras de verdad le pertenezcan a los ciudadanos y no a los misioneros de turno... o sea que cada venezolano tenga el derecho de recibir su huevo, para así poder aprender a cargar su propio huevo, en su propia cesta. 
Gobernantes venezolanos, déjense de cuidar a los venezolanos como si fuesen unos indefensos animales domésticos a los cuales tienen que asegurarles todo. Eso sí, ayúdenles a recuperar las calles que el hampa les robó, para que así de nuevo puedan caminar tranquilos, en su propio país.

12 de abril de 2012

Mi Cacique ¿dónde le llevo un bienmesabe divino?

Recientemente escribí sobre la jaladera que provoca el hecho que nuestras resultas petroleras le sean entregadas todas al cacique de turno... dizque para su siembra... ¿Será la jaladera una carga genética irreversible o manipulable? 
Al leerlo un amigo me indicó que el libro El pasajero de Truman, de Francisco Suniaga, describía muy bien: "la actitud pedigüeña" de quienes "encimándosele para pedirle cosas... portaban presentes, los más inesperados, desde acemas andinas y quesos curados hasta frutas y animales vivos, y se empeñaban a entregárselos en sus manos al doctor", o sea a quien visualizaban como el próximo presidente, en este caso particular, al Dr. Diógenes Escalante, en agosto y septiembre de 1945. 
¡Qué maravilla de libro! Les confieso haber sentido un nudo en la garganta al leer cuando los dos exsecretarios-asesores de Escalante (Hugo Orozco y Ramón J. Velásquez); sesenta años más tarde, cuando "las disyuntivas que alguna vez fueron motivos de angustia quedan atrás" terminan por contarse las experiencias que cada quien por su lado vivió en esos días fatídicos. 
Y otro nudo, casi hecho lágrima, cuando: "su figura... se iba convirtiendo en una nada, en un fantasma que se excluía de la historia del país... miró la montaña... como grabándose en la mente la tierra que más nunca volvería a ver...entró en la cabina y la Venezuela de Diógenes Escalante, la Venezuela buena que nunca fue, se quedó irremediablemente atrás". 
No siempre me consta quién me habla, el autor Suniaga o el embajador Escalante, pero el libro está lleno de perlas que desnuda nuestra pobre realidad, donde "la política, desde Bolívar al presente, era el resultante de una mala praxis continuada de la viveza criolla, de esa que, tanto nos jactábamos, formaba parte de nuestra condición humana". 
"1973... cuando los precios petroleros comenzaron a subir, la democracia venezolana, que con tan buen pie había recomenzado en 1958, se convirtió en una farsa...Un juicio al populismo en este país sigue pendiente". 
En lo que no estoy de acuerdo, con el embajador, o el autor, es cuando después de observar que "Ni el gobierno ni el trabajo en nuestro país tienen en nuestro país orígenes noble" nos ilusiona con un "Si estamos conscientes de esa falla de origen y de nuestra deficiencia institucional, acumulada desde la independencia hasta aquí, en cincuenta años, con diez buenos gobiernos, de cinco años cada uno, construimos un gran país". 
¡No...eso es imposible! En Venezuela, mientras estamos expuestos al cataclismo que representan las resultas petroleras centralizada en el gobierno, no hay absolutamente nada institucional que este país pueda lograr que no se derrumbe, con sólo unos pocos meses de bonanza petrolera. Sólo liberando para siempre al país de tal yugo, haciéndole llegar las resultas directamente a los ciudadanos, podremos lograrlo... y en tal caso, por cierto, con unos muy pocos días, bastará para notar una importante mejoría. 
Pero, mientras tanto, doctor Capriles Radonski, ¿dónde le llevo este bienmesabe divino que le preparó mi señora? 
PS. En estos días "El pasajero de Truman" resulta especialmente interesante con su "De ahora en adelante, todo lo que tenga que ver con el doctor Escalante [perdiendo la razón] es una cuestión de Estado y lo decidirá directamente el presidente Medina". También resulta difícil resistir la tentación de preguntarse, hipotéticamente... ¿será ahora un cubano quien tiene un avión a la disposición de otro pasajero venezolano?